Notas para una ontología del desborde
La obligada introducción y el contexto del germen de esta ontología
Pocas cosas me han brindado entusiasmo recientemente, el trabajo docente me ha agotado y consumido; es abrumadora la constante sensación de que mi trabajo tiene un impacto mínimo; las pequeñas tareas de mi labor enseñante y de maquilador de la absurda burocracia corporativa, minan mis ganas de incidir en mis estudiantes de preparatoria, me dejan un frágil hilo de entusiasmo que apenas alcanza para cumplir con lo mínimo de mis funciones institucionales. Pero algo me entusiasmó hoy, 20 de abril de 2023.
Leyendo un texto sobre pedagogía restaurativa camino al trabajo me atravesó súbitamente un rayo de inspiración que hizo converger, en una sola idea, preocupaciones que he venido rumiando desde hace tiempo. Los temas que he estado pensando son:
- El deseo en general, el deseo bisexual en particular.
- Mi relación con el Aikido y el objetivo de mi práctica.
- La atención a (y eventual erradicación de) las violencias y desigualdades en el salón de clase.
Y todo de pronto llegó a un culmen interesante en algo que mi cabeza tiene forma de amasijo efervescente y mutante, algo que la inspiración decidió nombrar "ontología desbordante" o "del desborde". Voy a plantear algunas ideas sobre el desborde, para luego aclarar cómo esto está conectado con los temas que ocupan el centro de mi rumiación.
Sobre el desborde.
Desbordar, concepto tecnológico, no económico
Al pensar en desbordar pienso inevitablemente en una presa o en una taza (de alacena o de baño). Tanto en la presa como en la taza de alacena, el desbordamiento viene de fuera, alguien o algo vierte algo en el interior que no puede ser contenido, el continente se convierte en insuficiente y, estrictamente hablando, pierde su función. Cuando un contenido excede la capacidad del contenedor, pierde su cualidad continente; lo desbordante es lo excedente, es incontenible, llega a ser otra cosa.
Pero no quiero poner el acento en el fenómeno de verter algo dentro de un contenedor, al pensar en esta acción fácilmente pasamos a pensar en "invertir". Y quiero huir de las metáforas económicas porque aunque esté pensando en una posible ontología, mi horizonte es siempre ético-político y las consecuencias de pensar onto-económicamente pueden ser devastadoras (así como nos han advertido la imposibilidad de salir de la metafísica, es muy difícil salir del sistema del capital), así que desde acá, desde el planteamiento, vamos tomando distancia y postura.
Tampoco es accidental la elección de los ejemplos tecnológicos que empleo: la presa, la taza de alacena y la taza de baño. Hay una intención concreta, inconsciente aún, pero que conduce a otras consecuencias, tener en el horizonte el uso y la función de dispositivos tecnológicos antes que económicos puede conducir a otros resultados donde las intenciones no siempre están obviadas; es decir, en la metáfora de la inversión se espera un retorno, en el verter líquido a la taza desbordante cabe el accidente, el inconsciente, la distracción, etc., y no necesariamente se asume una transacción, llenarle la taza a alguien puede representar un acto generoso y mutuo.
Efectos desbordantes
Desbordar es entonces contravenir lo continente para devenir desbordante. Esto ya trae influencias, si usted ha leído filosofía del siglo XX, ya sabe más o menos a qué suena esto. Y a lo desbordante corresponde también el escurrimiento, no el cause, no la lluvia, no el chorro, sino el escurrimiento. Lo escurriente ambigüiza al contenedor, lo que antes tenía adentro, ahora lo tiene por dentro y por fuera. Desbordar y escurrir se acompañan en una ambiguación del interior y el exterior, el adentro y el afuera, como en la topología, no se distinguen del todo; se reúnen en su diferencia, pero no se separan del todo, no hay un nuevo adentro ni el afuera es absoluto, es relacional, puedes estar simultáneamente afuera del lago pero dentro del bosque que, a su vez, contiene a la presa.
Es por esto que des-bordar también quiere decir aquí remover el borde, no desaparecerlo, sino en un sentido muy literal re-moverlo: el borde, cuando la taza de alacena se desborda, ya no es el de la boca de la taza que canta (o decanta) su fluido hacia afuera, sino que el nuevo borde es el de la mesa, hasta donde puede llegar y también puede desbordar la mesa; si se desborda la taza del baño, el borde ya no es el de sus orillas, el borde al que se dirige el agua desbordada es el de la habitación del baño.
Des-plazar, re-mover el borde. Estos verbos nos permiten mantener el borde como una referencia, pero no como un límite; es más como una frontera. Y, como sabemos en México, las fronteras, las áreas cercanas a un límite geopolítico, son porosas, son dinámicas, diversas. El desborde genera algo parecido a lo fronterizo. Lo desbordante es productor de un estado que es resultado de su remover, es el desplazamiento donde el afuera no es del todo externo y el adentro no es lo contenido. El desborde, como desbordante es fronterizo, es algo nuevo, impreciso, reconocible, pero no determinado por su cualidad de bordeado ni de bordeante, sino por des-bordante.
Sobre el deseo
El deseo en general
Una manera que me ha resultado útil para entender el deseo es como eso que genera movimiento por su ausencia. El deseo viene de la falta de eso que anhelo tener. A veces el anhelo puede ser ansia, a veces puede ser un mundano antojo. Como sea, es eso que me mueve a levantarme de la cama para ir al refrigerador o eso que me mueve para levantarme a las 5 am a trabajar para tener dinero, comida y, eventualmente, energía y tiempo libre para hacer algo por puro placer; y por placer puedo incluso pagar dinero y pagar levantándome a las 5 am, para salir de viaje, por ejemplo.
Eso que me falta y me mueve, eso es como el fondo de un lago seco, el final de un abismo, no necesariamente puedo llegar ahí, seguramente no quiera llegar ahí y mucho menos de manera rápida ni súbita, quiero bordearlo y acercarme, no quiero llegar ahí al fondo del vacío ni rellenarlo. Quiero que me siga llamando sin caer ahí en la satisfacción absoluta porque entonces ya no tendría razón ni modo de moverme.
Eso deseado que está en el fondo del abismo sale, lo desborda, al remover el límite del abismo me alcanza y yo estoy fronterizamente en el abismo, acercándome a él desde afuera, sin ganas reales de llegar al fondo, porque si alcanzo el núcleo del deseo, si yo llegara all abismo, ya no tendría razones para levantarme por la mañana, perdería el sentido vivir, trabajar, tener tiempo de ocio. Así el deseo desborda su abismo y me alcanza, así, desde el afuera que no es un afuera pleno, me empapo los pies con el agua desbordada del pozo del deseo para tener ganas, motivación, pero sin entrar yo mismo, deseo gracias al desborde, gracias a que su límite removido genera una frontera que habito deseando.
El deseo bisexual
Gracias a la reflexión que me ha despertado un podcast he pensado en la propuesta que las dos autoras del contenido ofrecen: una ética bisexual que produce una habitación propia y un "kit de supervivencia". Un lema del programa "Desvío a 300 metros" es "nuestro deseo perturba la certeza", lo cual ya de entrada es desbordante. El desborde también genera esas perturbaciones, dos vienen a la mente tanto la certeza del adentro y el afuera como la certeza de la ubicación del borde.
El deseo bisexual produce más preguntas que respuestas porque suele establecer un espectro complejo en ves de objetos definidos de deseo. Cuando la atracción mono sexual es desbordada, el límite entre masculino y femenino es removido y con esto aparecen las preguntas: ¿me gusta la apariencia masculina, la actitud masculina, el cuerpo masculino? Y aparecen las preguntas venidas fronterizas ¿me gustan las mujeres masculinas, los hombres femeninos, las personas andróginas, las personas trans, las no binarias? La mayoría de las veces (y sobre todo en mi experiencia) la respuesta es "sí".
Una vez removido el borde entre hombre/mujer y entre masculino/femenino, queda una especie de continuo que no es del todo confuso, pero sí poroso, fronterizo. Es esta situación de límite diferido o borde removido la que produce eso que las autoras del podcast llaman una habitación propia, habitamos el espacio viviendo con otras "reglas", nuestro deseo no obedece la convención heterosexual en torno a la que giran tantas cosas, como la economía, la política, los títulos, los derechos, las casas, los hoteles, las películas, las canciones, las novelas, los poemas, etc.
Al vivir siguiendo otra lógica, una distinta a la convención rompemos la norma heterosexual que genera expectativas de nuestra conducta, al conducirnos de otra manera, rompiendo esas expectativas y normas, requerimos vivir con otras nuevas, pero no unas reglas nuevas que impongamos a los demás, sino con unas normas desbordantes, que no son del afuera de la heteronorma, ni son las de adentro. Habitamos el espacio de otra manera, desobrdantemente, habitamos, en donde sea que nos encontremos, una habitación propia, seguramente distinta a la de otra persona bisexual también, porque sus preguntas y el espectro de su deseo (lo que no es el objeto de deseo plenamente definido por la heteronorma) son diferentes.
De aquí se desprende que cada persona bisexual consiste en su propio kit de supervivencia, no podemos recurrir como bisexuales al botiquín de otra persona, ni mucho menos al de la heteronorma para atendernos, requerimos de un kit de supervivencia desbordante, fronterizo, que no dependa ni del adentro heteronormado, pero que tampoco viene de un afuera completamente ajeno. Nos armamos con una ética bisexual como nos armamos una habitación propia con los pedazos que quedan del muro que nos encerraba en la heteronorma, adherimos los trozos de piedra con el fango del agua que moja nuestros pies al borde del pozo del deseo y construimos una habitación sin bordes, que está en donde nosotros estamos, que habitamos igual que como vivimos, removiendo el borde, habitando la frontera del deseo sin un objeto definido por el género o el sexo.
La ética bisexual es una manera desbordante de vivir y conducirnos, ocurre al habitar una habitación propia y al convertirnos en nuestro propio kit de supervivencia. No lloramos por padecer la pérdida de la certeza de la heteronorma, sino por la alegría de habitar un espacio que excede esa convención y descubrir posibilidades creándolas.
[Nota del autor: A la distancia, me replanteo esto y se me ocurre que puede llamarse de deseo cuir, o de desbordamiento cuir. Sin embargo, esta naturaleza a-binaria emergida de la bisexualidad puede ser suficientemente cuir como para cuirizar o cuirificar el deseo con suficiente desbordaneidad.]
Sobre el Aikido
Una breve descripción del aikido
A lo largo de 12 años mi relación con el aikido ha cambiado. Haré una breve descripción del este arte para plantear mi relación con él. Se trata de un arte marcial japonés que está enfocado en técnicas defensivas, no ofensivas. En su origen, el fundador (que intencionalmente no es conocido como creador, sino como alguien que fundó algo que siempre estuvo ahí) planteaba algo distinto de las disciplinas guerreantes antiguas previas y también distinto a las formas deportivas modernas; reunió a practicantes que ya tenían años de práctica en deportes competitivos y combativos para convertir su práctica en una forma no competitiva y no violenta. Básicamente les enseñó a quienes ya eran peleadores o competidores a cómo no pelear ni competir.
Esto implica una didáctica y una práctica poco usual en otras artes marciales, en vez de existir una forma de sparring libre, nos concentramos en repetir las formas de defensa a partir de ataques de procedencia samurai lo que implica la asunción de que las personas que nos atacan están o podrían estar armadas, además de que nunca somos sólo atacantes furiosos ni sólo víctimas pasivas. Siempre hay un rol dual en el que, quien da algo (el ataque, primero), posteriormente recibe (la técnica defensiva) y quien estaba recibiendo (el ataque) brinda algo (la técnica defensiva); lo que produce un flujo continuo (al menos idealmente) en la práctica; donde el ataque se desdibuja para convertirse en una oportunidad de caer y aprender a recibir en una caída la fuerza de la tierra y absorberla sin lastimarnos, quien atacaba reciba una técnica defensiva y luego ofrece a la tierra otra defensa contra la gravedad.
Mi relación con el Aikido
Esta figura de dar y recibir de quien ataca y recibe un ataque me ha generado muchas dudas en la práctica, porque constantemente aparece la competencia, no en forma de torneo, sino en juicios, afirmaciones mentales que escuchamos al practicar: "esta persona no podrá tirarme si me resisto", "esto va funcionar y tiraré a quien sea aunque se resista", "uy, eso me dolió así que ahora yo haré que le duela", etc. Y estos juicios tienen efectos en la práctica. Se supone que el aikido es más una estrategia para resolver el conflicto; muchas veces aparecen los conflictos durante la práctica de esta disciplina, en forma de los juicios ya mencionados, pero casi no atendemos esos conflictos, esas luchas competitivas entre egos, entre prejuicios, que estorban en una práctica que se supone que nos enseña a resolver los conflictos.
Mi relación con el Aikido ha sido por momentos tensa, por momentos frustrante y a veces he considerado terminarla. Sin embargo, he permanecido tenazmente en la práctica reflexiva, porque la verdad es que corporalmente disfruto mucho las posibilidades de relación y movimiento que me brinda. Entre toda esta tensa maraña de conflictos que el Aikido encarna, dentro de su práctica, al centro de una disciplina que se enfoca en la atención y resolución del conflicto, he pensado recientemente que el aikido surge ahí precisamente: en los conflictos que se supone que no son parte de la práctica, pero que inevitablemente emergen. Es ahí, creo yo, en donde el aikido debe empezar a ser "aplicado", no como una técnica de defensa física "útil en la calle", sino en una estrategia corporal senti-pensante de atender, enfrentar y resolver los conflictos que la relación entre personas hace emerger en cualquier contexto, incluyendo al aikido mismo.
En desborde en el Aikido
El desborde está en la dinámica cambiante de ataque/atacante y en la conflictiva resolución del conflicto; es decir, a veces el conflicto aparece ahí en el proceso de las negociaciones de los cuerpos y mentes que están intentando aprender a resolver conflictos. Buscar una solución al ataque físico en el que me sujetan para golpearme, implica primero solucionar que me sujeten y ahí empieza la estrategia específica del aikido, sin embargo, emerge un conflicto cuando interviene un juicio como "no está sujetándome bien esta persona" o "no está resolviendo correctamente esta persona", ahí puede surgir un conflicto que depende de la perspectiva: para una persona se va a tratar de corregir a la otra mientras que la persona corregida va a pensar ¿por qué me corrige y no sólo colabora a mi práctica y a mi aprendizaje? Y ambas posturas pueden ser válidas, pero su validez depende del contexto, del momento y de los roles de cada persona. Por ejemplo, tiene más sentido que corrija quien está dando la clase siempre y cuando esa corrección también tenga una relevancia didáctica concreta o cuando salve de algún riesgo a alguien. Cuando se trata de una corrección entre pares, entre parejas de práctica, las cosas son mucho más matizadas y difícilmente se justifica una corrección por sí misma; esto es lo que hace aparecer los conflictos dentro de la práctica de estrategias para resolver conflictos.
Los conflictos exceden su espacio específico, pero también las resoluciones de los mismos. Es decir, el contexto de un conflicto en la práctica de aikido es más amplio que el de la mera práctica, porque existen dinámicas de poder y desigualdad que atraviesan la práctica al aikido, cuando entrenan un padre y un hijo, por ejemplo, es claro que la práctica está marcada por cosas exteriores al área de práctica, cuando hay relaciones de pareja sucede algo parecido. Pero también cuando se trata de hombres y mujeres, ya que en general los hombres solemos estar acostumbrados, culturalmente, a subestimar la fuerza o la agilidad de las mujeres. Por estas razones, los juicios y conflictos que aparecen en la práctica llegan desde afuera y su solución también puede llegar desde afuera. El aikido es una disciplina para resolver conflictos, pero esto no significa que podamos pensar, ingenuamente, que no existen conflictos en su práctica o que estos conflictos los resuelve la práctica automáticamente.
La práctica misma del aikido nos enseña que la resolución del conflicto es desbordante. Cuando atacamos estamos dando fuerza para recibir una técnica, cuando estamos ejecutando una técnica primero recibimos un ataque voluntariamente para entonces hacer algo con esa energía y darle otra trayectoria a ese movimiento. En términos un poco más técnicos, como atacantes tenemos que aprender a conectar con quien nos hace la técnica, pero conectamos mientras atacamos, y cuando hacemos la técnica esperamos el ataque pero también conectamos con ese ataque y con la persona que lo ejecuta de manera que ambas partes están sintiendo el peso, la fuerza, la posición de su contraparte. Los roles se desbordan el uno en el otro, ambas partes conectan, ambas partes dan mientras reciben o reciben mientras dan.
En la práctica de la resolución de conflictos físicos, el dar y el recibir se desbordan y se confunden en algo otro. Igualmente, la disciplina enfocada en esta práctica requiere de un desborde para resolver los conflictos que emergen del contexto social y cultural de la propia disciplina. Desbordar en el aikido representa una atención a los conflictos que atraviesan nuestra práctica porque hay relaciones desiguales de poder, porque el sexismo, el racismo, el clasismo, la homofobia, incluso en sus formas más "suaves" están presentes y la práctica del aikido nos enseña que no puede resolverse el conflicto sin desbordarse, sin verlo "desde afuera", pero no un afuera como si tuviéramos visión superior o externa u objetiva, sino comprendiendo que en el la tensión del conflicto hay espacio para la resolución pero que la resolución puede ser conflictiva, incómoda, fea, que puede significar discutir de otras cosas, cosas que exceden la práctica misma, la resolución de conflictos no es una receta prefabricada, depende de cada contexto, pero el contexto no es nunca autocontenido, es desbordante. El objetivo del aikido no es claro ni único, es desbordante.
Sobre la pedagogía.
Enseñar entre violencias
Empecé a dar clases en prepa luego de dedicarme a trabajar en difusión cultural con grupos prioritarios y en temas de género, masculinidades y derechos humanos. Terminé incluso colaborando con un compañero con discapacidad visual creando e impartiendo talleres sobre masculinidades y discapacidad. Fue un enriquecedor y muy complejo el trabajo. Conocí a muchas personas interesadas y activamente ocupadas en la defensa de derechos de personas racializadas, de LGBTI, niñeces, adultas mayores, migrantes, etc. Aprendí muchísimo, conforme colaboraba con personas involucradas en distintos temas me di cuenta de la enorme cantidad de prejuicios y violencias que yo reproduzco, a partir de ahí me fue imposible dejar de ver lo que ya veía, podía notar muchas formas de violencia en los chistes que yo contaba, en las cosas que decía, en el entretenimiento que consumía, en las cosas que pensaba y decía.
Entonces comencé a esforzarme cotidianamente por evitar esos juicios, prejuicios, burlas, etcétera. En este proceso fue que comencé a dar clases presenciales en nivel bachillerato, espacio en el que las violencias capacitistas, clasistas, racistas, homofóbicas, gordofóbicas, edadistas y xenofóbicas son el pan de cada día; y lo es tanto en el aula como entre docentes. Esto me planteó un reto enorme.
Tomar postura
Entre otras cosas, por requisitos laborales tomé un curso obligatoriamente cuyo tema pude elegir, tomé un curso sobre "empatía incluyente"que me ofreció algunas herramientas y recursos que podría utilizar en el aula. En el curso descubrí que las soluciones en un sentido más amplio para poder resolver de una manera más definitiva estos problemas eran para mí inaccesibles, porque requieren esfuerzos comunitarios e institucionales que no puedo echar a andar por mí mismo.
Nada sorprendente esto anterior, el sistema en el que vivimos subsiste sobre la base de las desigualdades, los abusos y las violencias normalizadas sin las cuales la igualdad y la equidad serían lo habitual. En pocas palabras, para que existan los poderosos, deben existir los vulnerables, para que existan millonarios que no sepan en qué gastar deben existir pobres que no tengan qué comer.
Desbordar el salón, el rol docente
El rol docente es uno donde, desde el lugar propio, desde el empleo mal remunerado y la vulnerabilidad laboral, desde el aula, debe proyectarse lo educativo hacia la calle, hacia la comunidad, hacia lo político (no a los partidos ni a las instituciones) a lo común, a lo cotidiano, a lo que duele, a lo que inspira, a lo que se desea.
Pero el rol docente no puede dejar de ser el de enseñante, debe centrarse en el aprendizaje y no en la satisfacción narcisista. En este sentido el desborde del docente viene del desborde, de la esperanza de que lo aprendido sea apropiado y cuyos efectos, fuera del aula, sean de provecho para las personas que acompañan a quienes estudian. La satisfacción de quien enseña no está en enseñar, está en la ausente evidencia del aprendizaje llevado a la calle.
Desbordación
Una ontología del desborde aquí apenas bostezada (, no esbozada, porque el esbozo textual siempre aburre al leerse pero se goza al escribirse) es una ontología que se antoja bisexual, aikidoka y docente. Donde el deseo enrarece las fronteras y desborda al deseo mismo. Donde los roles y objetivos no son fijos ni únicos ni pueden obligarse a serlo. Donde la enseñanza sólo tiene sentido en el aprendizaje insospechado.
Acabo de escribir esto el 20 de mayo de 2025. Mucho he cambiado yo, mi cuerpo, mi mirada. Pero sigo encontrando interesante lo que comencé a pensar hace tiempo.
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