Reseña de "¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era!". Leyendo al lector Kenzaburo Oé.

Fue un domingo en una librería del Fondo de Cultura Económica cuando decidí hacerle un regalo a mi hermana y mi padre decidió regalarme la novela autobiográfica de Oé, "¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era!". El texto de un padre hablando del vínculo con su hijo, llegó a mí entregado por mi padre, curioso movimiento de la serendipia.
Esto pretende ser una reseña, por lo que pasaré por algunos puntos que encontré interesantes en la novela. Oé es presentado en la trama (es decir, no el autor, sino el personaje protagónico) como lector de Blake, como un estudioso que, también por movimientos insospechados de la serendipia, se topó con el poeta que marcaría su obra y junto al cual construiría figuras paralelas de las que fue consciente al alcanzar la madurez literaria y vital. Oé muestra una afinidad con su poeta en el entusiasmo compartido antibélico; también nutre su propia obra con descripciones, imágenes, recursos mitológicos de Blake, los cuales también le resultan útiles para explicarse occidente, el cristianismo y, más aun, su propia vida y sus emociones.
K, el protagonista de "¡Despertad..." es presentado en la novela como como lector de su obra literaria:  narra el nacimiento de un proyecto y su desarrollo a lo largo de los años: un diccionario para su hijo, con dificultades de aprendizaje, autismo, epilepsia y ceguera casi total, un sustituto que le pueda explicarlas cosas cuando su padre ya no esté para hacerlo. Su hijo, Hikari, es un personaje presentado con características animales que le son reveladas a Oé a través de los otros, es decir, Oé describe a su hijo en su obra literaria de manera tal que sus lectores le hacen ver que su hijo es percibido por él mismo como el portador de una animalidad muy particular, revelación tanto sobre él como sobre su relación con su hijo.
La novela muestra a su protagonista como lector de su vida propia vida también en donde encuentra la influencia de la literatura que leyó y y escribió; se da cuenta de que su visión sobre elementos de la cultura occidental, de los mitos, de la naturaleza y de la guerra están filtrados por la criba que le dio su lectura de Blake. También muestra lo opuesto la novela, la influencia de su vida y el paso del tiempo en el cambio de su perspectiva sobre su propia obra y sobre su lectura de Blake; no sólo cambia el modo en el que ve las cosas en el presente, sino que se vuelve capaz de mirar cosas inaccesibles para sí mismo en el pasado.
Todo esto me indica que Oé, como escritor, en "¡Despertad..." es maduro, profundamente autoconsciente, experimentado en vida y en lectura. Me pareció fascinante la lectura de la novela porque me vi reflejado en esto, toda proporción guardada, claro; ni tengo la edad que tuvo Oé al escribir esta novela, ni tengo un hijo, ni la claridad mental para leer o escribir como él lo hizo empezando su quinta década de vida. La escritura a mano en un diario, así como la lectura posterior de lo que he pasado este año y el anterior, me han dejado ver cosas que eran invisibles mientras vivía lo que registré. 
Aunado a lo anterior, coincidió el inicio de la relectura de mi tesis de maestría con el término de la lectura de "¡Despertad..." lo cual resultó ser un muy interesante ejercicio; me hizo darme cuenta de la influencia de la vida en la escritura y viceversa. Por ejemplo, el estilo de mis tesis son tan otros entre sí. De la licenciatura a la maestría noto una cierta pérdida de la inocencia, la emergencia de la  practicidad y la claridad venida de mi experiencia laboral. En la maestría veo la sublimación de asuntos profundos e íntimos que no necesariamente estaba trabajando con la intención de que fueran terapéuticos, sino que eran inquietudes que se manifestaron sin mi intención consciente ni mi autorización. 
Ahora comienzo a preocuparme nuevamente por el estilo; al principio sólo me di cuenta, pero ahora entiendo que es inevitable el vínculo entre el medio y el contenido. Al principio, en la licenciatura, constituyó para mí un descubrimiento apabullante mirar cómo la manera de escribir sobre algo, determina el modo en que el contenido del texto será interpretado. Después me di cuenta de que es inseparable el medio del contenido, forma y fondo son una sola cosa. Pero hasta ahora vuelve a mí el entusiasmo con el que vi por primera vez el fenómeno, hace aproximadamente ocho años. Una vez más quiero ejercitarme en decir cosas cuidando que lo que digo esté siendo dicho por el modo en el que lo enuncio, no sólo intentar decir algo atendiendo principalmente la claridad de la exposición, cosa que también dice mucho sobre lo que creo que estoy transmitiendo; ahora que veo que es imposible escribir de mí y leerme cada vez que me ejercito en estas habilidades, busco algo allende la claridad, pretendo decir no sólo el contenido, sino también hacerlo a través del modo en que escribo.
En todo  esto me hace pensar la sobriedad serena con la que Oé describe cosas tan emotivas, íntimas o intensas de su vida; me impresiona que no lo logra a través la frialdad del narrador omnisciente desligado de la experiencia, sino con la madura capacidad de ver y decir con claridad lo vivido, como un paciente lector de su propia vida, cuya nítida mirada es tan prístina como la prosa de su pluma, porque ha logrado empatar de manera magistral lo que dice con la manera en la que lo hace. "¡Despertad..." me parece una obra tan libre de ripios, tan bien planteada, tan clara, tan completa. Cada capítulo es una obra terminada en sí misma, pero la conjunción de todos en la precisa concatenación en la que Oé ensambla el conjunto, se vuelve no sólo meticulosa, sino también disfrutable; siento la tentación de afirmar que así como escribe su vida, la vive; a través de una mirada serena, madura, paciente y sabia.
Esta suerte de reseña es, ante todo, una puesta en práctica de esto que he venido reflexionando las últimas semanas: es imposible separar medio de contenido en la escritura. Así que por eso escribo de mi lectura de mí mismo a través de la reseña de una novela cuyo autor y protagonista se presenta como el lector de su obra y su vida escribiendo una novela sobre su relación con su hijo. Resuenan nuevamente las fascinantes palabras de Salvador Elizondo, "escribo, escribo que escribo...". Celebro la capacidad de la literatura, de la lecto-escritura, de hacernos ver en dónde estamos y quiénes somos, siempre provisionalmente, sólo para descubrirnos otros al releernos.

Comentarios

  1. La paternidad trae consigo preocupaciones inexistentes e inimaginables de tal alcance que hacen replantearse objetivos y visiones.
    ¿Cuándo me lo prestas? Para tener otro tema de conversación (como si no tuvieramos).

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    1. ¡A la orden! Ahora que nos veamos te lo presto! Es una joya, de verdad.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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