No soy este que ves o Una oda a la metacognición

El título de esta entrada de blog contiene una referencia gratuita a Xavier Velasco. Leí esa novela porque la escuché en el radio hace más de 10 años, luego vi una entrevista con él y sentí que hablaba de mí al establecer los atributos de su protagonista. Atributo, un sustantivo que ahora relaciono con la programación, materia en la que, aún siendo neófito, no dudo en seguir adentrándome. Bueno, volvamos a Velasco, escribió una novela sobre un niño súper azotado y enamoradizo, un niño ficticio que en realidad retrataba a Xavier, según el mismo. En esa misma entrevista, o en otra quizá, ya no estoy seguro, él decía (el autor, no el protagonista de "Este que ves"), que no escribe a mano ni a máquina ni en computadora [qué curiosa elección del español mexicano (¿o será del español en general?) esa de cambiar la preposición de "a máquina" a "en computadora", pequeñas variaciones lingüísticas cuya explicación yo podría investigar por horas sin aburrirme], él, pues, escribe sus libros dictando. Él es el autor intelectual, pero no el autor material.

Así como lo muestro en el párrafo anterior, funciona mi mente, mi pensamiento es un torrente incontenible de ideas, referencias, imágenes, recuerdos y argumentos que difícilmente puedo organizar si no me lo propongo disciplinadamente. Y hasta hace poco aprendí que estos ejercicios literarios de flujo de consciencia son de una ayuda tremenda para poder ordenar mi pensar. 
Acabo de hacer una pausa mi escritura para dejar ir 4 ideas que podrían haber entrado al texto que estoy tecleando en mi laptop, confesión, así es como yo escribo desde hace tiempo (¿ven lo que acabo de hacer?, acabo de hacer una referencia indirecta al contenido del primer párrafo, no recuerdo cómo se llama esto, pero ayuda a darle ritmo y cohesión al texto). Y bueno, así es mi mente, caótica, siempre llena de un ruido de fondo y que rara vez me deja escuchar un pensamiento claramente. Podría decirse que mi mente es tan ruidosa que es profundamente silenciosa; que todo suene y nada se pueda escuchar claramente, ¿no es una manera de decir el silencio?
Pues bien, así funciona mi cabeza, hasta hace poco me hice de herramientas para aprender a dejar de pensar; la psicoterapia, entre otras cosas, me ayudó a darle cause a mis procesos cognitivos y, más aún, me ayudó a darle sentido a la involuntaria metacognición que comencé a practicar a los pocos meses de empezar a estudiar filosofía. Es un vicio que compartimos muchas personas en el "gremio" de la filosofía. Y es algo que el propio modelo formativo de la educación superior de esa disciplina fomenta: no tenemos una opción terminal clara, no tenemos (supuestamente) más que una opción terminal que se bifurca en dos ramos, ser profesor o ser académico. Cualquiera de las dos son poco atractivas en términos económicos y también, aceptémoslo, poco atractivas en la escala de coolness. En fin, tener como opción terminal un empleo que consiste en pensar y generar productos intelectuales que consisten, básicamente, en seguir pensando cosas que sólo a un puñado de especialistas le interesa, es una manera de alimentar esta forma de masturbación mental.
Aprendí, decía, hace poco a utilizar esa metacognición obsesiva a mi favor. Cuando digo metacognición me refiero al proceso de pensar en cómo pienso, era un ejercicio que comencé a practicar cada vez con mayor agilidad conforme avanzaba en el estudio de la licenciatura, de la maestría, trabajando como profesor adjunto, como becario investigador (de un proyecto privado, interdisciplinario), como estudiante de inglés, de alemán y como practicante de Aikido. Y no todo estaba mal, también me ayudó a desarrollar la habilidad de hacerme mentalmente más flexible, aunque no lo suficiente.
Años después de iniciado el proceso hacer la metacognición (y esta es una referencia a los memes de gatitos, escribo esto en 2020) obsesivamente llegué a un punto en el que asuntos personales y emocionales estaban descontrolados, desatentidos, fue entonces cuando la psicoterapia me ayudó a darme cuenta de cuánto estaba alimentando mi ansiedad a través de ese proceso de pensar en cómo estaba pensando, sin atender las emociones. Al realizar este ejercicio de autoconocimiento y automonitoreo aprendí a frenar esos procesos que sobrecargaban mi sistema, fue como aprender a usar un explorador web que consumiera menos RAM, mi mente estaba más callada, más serena mi emoción. Pero luego comencé a hacer esos procesos de automonitoreo obsesivamente para vigilar que no volviera a mis viejos vicios, pero irónicamente, comencé a desarrollar un nuevo vicio, el de la hipervigilancia de mis procesos cognitivos. 
¡Oh, despertad de la metacognición de la nueva era! (esta es una referencia gratuita a Kenzaburo Oé que a su vez es una referencia a Blake), trágico pesar fue el que vino a sacarme de la falsa ilusión del triunfo de la razón. Entonces, tuve que aprender a abrazar las emociones abrasadoras (ahora estoy usando juegos fonéticos, pseudopoéticos por la referencia a Blake, concédame el divertimento queride lectxr), así como la fría razón torrencial, apasionada de mi pensar y el cuerpo pensante, sintiente y gozante.



Ahora, luego de estos procesos que he seguido, intencionalmente marcados por inflexiones de registro y referencias literarias de los párrafos anteriores, he logrado llegar a un punto en el que estoy logrando, no siempre con éxito, modular mis temperaciones, escuchar la desafinada (quizá atonal) sinfonía polifónica y bailar acorde a ella (disculpa las referencias musicales, tú que me lees, pero es la música otra de mis mayores pasiones). 
Cuerpo es mente. Emoción y razón son cuerpo. Ahora es gratificante recordar que (y perdón por el lenguaje chabacano y escatológico que golpeará tu mirada) cagar, pensar, amar, correrse, soñar y planear son procesos mucho más cercanos de lo que creía hasta hace poco tiempo (perdonen la referencia a Bukowski, sé que no es del gusto de todos).
Así, querides amigues (y estos términos los uso sin sarcasmo), es que llego al punto en el que no sé qué carajos va a pasar, no sé qué me depara esta pandemia, esta vida, esta economía, pero me encuentro lleno de determinación para seguir haciendo este trabajo de utilizar este irrefrenable pensamiento mío a mi favor. Estoy en un punto de explosión creativa e inspiración que, por primera vez en mucho tiempo y gracias al apoyo de una maravillosa red de apoyo, están convirtiéndose en planes y acciones concretas.
Le tengo un profundo agradecimiento a este vicio que estoy aprendiendo a utilizar como herramienta de autoconocimiento y cohesión corpomental, sentipensante. Gracias, puta metacognición.

Fe de erratas, descubrí varias ideas que habían quedado sueltas, intenté darles sentido; también corregí la referencia de Oé, escribí originalmente "Whitman" cuando lo correcto es "Blake".

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