Nueva normalidad: tiempo de horror cósmico y cyberpunk

La nueva realidad

Estos días he estado pensando en las personas que viven en fuera de México, que están "volviendo a la normalidad" y me genera una inquietud el discurso sobre la "normalidad" y sobre lo "novedoso". Es una especie de duda, como cuando uno está intentando describir algo y no encuentra el adjetivo  más indicado.
Fuente: spacebattles.com

Me parece que lo que intentamos nombrar con la tan llevada y traída nueva normalidad es algo así como la realidad humana; un mundo humano que es normado y organizado por convenciones contingentes. Pero sustituir una definición por otra no aclara nada. Con las convenciones me refiero a los acuerdos, tácitos o explícitos, que le dan sentido a lo que hacemos, a lo que decimos, a lo que vestimos, a lo que comemos o a lo que decidimos no comer en ciertas temporadas, o por elecciones personales. Y digo que esas convenciones son contingentes porque son cambiantes en el tiempo y de un espacio a otro, en ciertos lugares no querríamos comer, aunque tuviéramos hambre, como un baño público, por ejemplo; pero además, las convenciones cambian de una cultura a otra y de un contexto a otro, a veces cambian muy rápidamente, por ejemplo, hace 8 meses no nos imaginábamos que ver a alguien sin tapabocas en la calle podría ser motivo de juicios condenatorios y ahora podemos entender que, en este contexto, algunas personas sientan tener razones para emitir dichas condenas.


Fuente: El Financiero

Dos paradojas y dos preguntas de la nueva normalidad

Considerando la contingencia y la convencionalidad de lo humano, me parece que algunos discursos sobre la "nueva normalidad" esconde dos presupuestos que pueden encontrarse distintos grados, pero que están ahí:

1) "Lo normal es natural y ahora estamos cambiando nuestra naturaleza". Donde lo normal es lo que norma, son las normas o reglas que consideramos que nos otorga el derecho de opinar o condenar los actos de otras personas por seguir o romper estas reglas. Pero agregado a esto está la idea de que esta normalidad, estas normas regulantes son naturales, son parte esencial de la realidad humana, la naturalización implica la creencia de que, si algo es natural, no puede ser cambiado, es como es y punto. 

Y de aquí me surge la inquietud de que entremos a una "nueva normalidad", si es natural, esencial y no podemos cambiarla, ¿cómo es que entramos a una nueva forma de naturaleza? Bajo este discurso de la normalidad de esconde una paradoja: si es una nueva la normalidad, entonces una de dos cosas pasan, o nunca fue verdaderamente normal, es decir, natural, o nunca podrá ser nueva, por que lo esencial es lo que no cambia, lo que no muta de forma.


Pero yo comencé defendiendo que la normalidad es en realidad algo que depende de convenciones contingentes. Lo cual echa por tierra doblemente la noción de que la normalidad sea esencial o natural porque, a) los acuerdos no son naturales, no preexisten a los humanos, sino que los humanos los establecen y b) son, además, convenciones acordadas que varían, cambian, desaparecen o reaparecen. Curiosamente, lo que pasa con el discurso que sostiene la "nueva normalidad" como una forma de "nueva naturaleza" no se sostiene porque la esencialidad de lo natural se contrapone a la radicalidad de lo nuevo. 

¿Qué nos queda? ¿Cómo podemos entender entonces una nueva normalidad nunca ha sido natural y que el sentido de lo humano es, al final de cuentas, radicalmente contingente? Estas preguntas quizá no tengan respuesta, pero más adelante propondré una manera de atender las emociones que estas dudas nos provocan.


"Time is mute" [el tiempo es mudo], instalación de Mario Merz

2) El otro presupuesto que parece estar detrás del discurso de la "nueva normalidad" tiene más que ver con la novedad que con la noción de lo natural de las normas. El segundo presupuesto dice así: "es posible generar algo "nuevo", voluntariamente dejar detrás lo precedente". Pero recordemos que lo nuevo es "la normalidad", eso esencial, al ser nuevo, deja de ser lo anterior, adquiere una nueva naturaleza, como ya habíamos planteado.

Aquí se revela otra paradoja escondida: lo novedoso, si rompe con lo esencial que lo precede, no guarda conexión alguna. Si se trata de algo radicalmente nuevo, entonces estamos ante algo que no podríamos nombrar "normalidad", porque, siendo verdaderamente nueva, entonces no puede conservar nada de lo anterior, así, la normalidad, la realidad humana dejaría de ser esencial, dejaría de ser una naturaleza. Esto último termina confirmando lo que sostenía al principio: lo humano es contingente y convencional, no es algo natural.

Lo humano es, entonces, histórico y cambiante, esto es, contingente. Además, es convencional, no cambia la organización de nuestras comunidades porque sí, cambia a lo largo del tiempo y varía de un contexto a otro porque es convencional, porque depende de las normas que una comunidad de sujetos establece tácita o explícitamente. 

Pero aún aceptando este hecho, algo que podríamos plantear por lo radical de lo novedoso de la normalidad que nos estamos planteando actualmente, es la discontinuidad. Esta nueva normalidad nos obliga a pensarnos de una manera que no podemos imaginarnos a partir de algo familiar y conocido que hayamos vivido en el pasado. Sí, la humanidad ha enfrentado pandemias, ha sobrevivido circunstancias de gran peligro y de altísima vulnerabilidad, pero nunca habíamos estado en estas condiciones poblacionales, tecnológicas y económicas.

La idea de la discontinuidad de la historia puede generar una incertidumbre abismal, el hecho de que estemos entrando a una nueva era, cuya novedad es tan radical que no nos permite echar mano de experiencias que históricamente podamos recordar (ya ni decir que en lo personal tampoco tenemos memorias de nada similar), puede sumirnos en una orfandad de recursos para interpretar el futuro. Y la orfandad es radical porque no sólo se trata de aceptar la contingencia de lo humano y su falta de una naturaleza esencial que nos dote de sentido, además, lo otro que podría servirnos como referencia, nuestra naturaleza histórica y contingente, tampoco parece ser eficaz para enfrentar lo que viene.

¿Qué podemos hacer para enfrentar un futuro radicalmente incierto en donde lo que creíamos esencial en lo humano nos abandona y tanto lo natural como lo histórico pierden efectividad en la interpretación y la configuración de nuestro futuro a corto y largo plazo? 


El Horror cósmico y el cyberpunk, interpretaciones de nuestra naturaleza

El cyberpunk y el horror cósmico nos pueden ofrecer una pauta de cómo configurar una auténtica novedad en nuestra condición de huérfanos. Por un lado el horror cósmico nos ayuda a enfrentar nuestra contingencia en el tiempo. Por el otro, el cyberpunk puede ser de ayuda para abrazar la falta de nitidez de una naturaleza estática y la incertidumbre del futuro.


 Créditos: Glenn Clovis

 El horror cósmico es un género literario, o un subgénero dentro del terror, cuya particularidad es producir una especie de incomodidad basada en la insignificancia de la especie humana al compararla con la realidad que la precede y que tiene una antigüedad que la humanidad apenas puede representarse. Una vida humana cabe millones de veces en la edad de una estrella, cientos de generaciones humanas, civilizaciones enteras, nacen y mueren en lo que en términos cósmicos es un parpadeo. La distancia entre una estrella y otra es inaccesible a la experiencia humana porque viajar durante años a la velocidad de la luz es una fantasía teórica, un divertimento que nos deja claro que, incluso si fuera posible, nuestra misma vida quizá nos daría sólo para ir, pero no para regresar.

Además de la ínfima brevedad de la duración de lo humano, el horror cósmico nos plantea otras duras realidades que nos hunden  en una vulnerabilidad abrumadora, como la fragilidad de nuestra consciencia ante la incapacidad de representarnos y comprender lo que puede durar eones, miles o millones de siglos o milenios. Y más aún cuando nos planteamos la posibilidad de que algunos seres vivos nos precedan y que excedan la duración de la existencia de la humanidad entera. Imaginemos por un momento que nuestra vida dura, de principio a fin, lo mismo que el estornudo de un ser tan grande y tan longevo que se plantea nuestra existencia como un mero ejercicio de imaginación, como algo tan breve y tan insignificante que no podríamos tomarle más que unos instantes de fantasía antes de dormir un sueño que puede durar todo lo que se extiende en el tiempo la historia de la humanidad entera. 

Mirar nuestra propia insignificancia no es algo tranquilizante, pero sí es al menos un ejercicio que nos pueda poner en perspectiva para responder la pregunta de más arriba, "¿Cómo podemos entender entonces una nueva normalidad nunca ha sido natural y que el sentido de lo humano es, al final de cuentas, radicalmente contingente?". Si nuestra mera  existencia la entendemos como corta e insignificante, podemos entenderla como una especia de contingencia, un accidente que pudo no haber sucedido o que pudo suceder de un sin fin de maneras posibles, cuyas diferencias son irrelevantes por su propia brevedad y falta de importancia. 

Si nuestra mera existencia es absurda, esto es, insignificante, sin un sentido por sí misma, podemos considerar que el modo en el que enfrentemos nuestra existencia, la manera de organizarnos y de enfrentar las eventualidades, también  son absurdas, también carecen de un sentido. Y es esto lo horroroso del horror cósmico. No ofrece ningún tipo de consuelo, pero hay algo en él que excede el mero placer masoquista de hacernos sentir insignificantes, tenemos una posibilidad de narrarnos como insignificantes, de leernos como un instante que pudo no suceder y que, sin embargo, aquí está, narrándose, interpretándose aún en su absurdo.

El horror cósmico puede ser un modo de aceptar radicalmente nuestra contingencia, nuestra condición cambiante y, eventualmente, condenada a desaparecer, como desaparecen otras especies, otros planetas, otras galaxias enteras.


 Créditos: Mad Dog Jones

Ahora, en cuanto al cyberpunk (lo pongo en cursiva porque he decidido conservar el inglés que en español es "ciberpunk"), que es un subgénero dentro de la ciencia ficción, es un género literario (y que ha florecido en otros lenguajes visuales como el de novelas gráficas y el audiovisual) que nos puede ayudar a aceptar que los humanos tenemos una forma de naturaleza tecnológica y que nuestra experiencia y percepción del mundo son mucho más complejas y pueden ser radicalmente distintas a las del pasado.

El cyberpunk pone en cuestión que nuestra forma humana de funcionar en el mundo sea eminentemente natural, es decir, que esté inmediatamente relacionada con el medio terrestre, más bien la naturaleza humana es tecnológica, nuestro entorno siempre porta algo de artificial. Un ambiente humano es ya siempre modificado por la presencia humana, nuestra manera de relacionarlos con la naturaleza es procesándola. Así, los espacios humanos son espacios artificiales y tecnológicos.

Además del entorno, el cuerpo es atravesado por esa misma condición humana, estamos llenos de prótesis y de recursos que, si bien no necesariamente vestimos, nos permiten percibir el mundo de otras maneras, miramos a través de anteojos, escucharnos a través de bocinas y gracias a micrófonos; nuestras relaciones pasan por pantallas y el contacto lo establecemos a través de cámaras, nos conocemos en línea, nos comunicamos por teléfono, nos organizamos a través de redes sociodigitales. Obras clásicas de cyberpunk nos presentan una realidad tiene mucho de virtual, la realidad humana está compuesta por elementos virtuales en altas proporciones. A veces, en algunas historias, la experiencia de la humanidad misma es posible sólo a través de una realidad virtual. 
Esta condición humana de prótesis tecnológicas (desde los anteojos, hasta las cámaras digitales) y de virtualidad (desde la voz telefónica, hasta las salas de realidad virtual en internet) es recurrente en la narrativa cyberpunk. Y una de las cosas que hace al presentar estos recursos en sus historias es cuestionar qué de lo humano permanece y qué desaparece, qué cosas de la "naturaleza humana", de sus conductas, de sus emociones, de sus obsesiones, se mantienen o se pierden en un futuro cuyas condiciones radicalizan el uso ciertas cosas y priva el de otras. 
Y así es como respondemos a la segunda pregunta que nos planteábamos antes, "¿Qué podemos hacer para enfrentar un futuro radicalmente incierto en donde lo que creíamos esencial en lo humano nos abandona y tanto lo natural como lo histórico pierden efectividad en la interpretación y la configuración de nuestro futuro a corto y largo plazo?". Bueno, pues el cyberpunk, en ese ejercicio de radicalizar lo que entendemos como un pasado mítico de contactar de manera más inmediata con el medio terrestre y con otros seres humanos, nos ofrece ventanas a posibles futuros que rompen con con el pasado y con el presente tal como los entendemos ahora. De manera que podemos recurrir a esas obras, (novelas, películas, cómics, videojuegos), para encontrar ahí las referencias que no pueden estar en la narración de nuestro pasado histórico, sino en los ejercicios imaginativos de nuestro futuro. 

La nueva normalidad nos ofrece la posibilidad de pensarnos desde la radicalidad paradójica de lo humano: somos históricamente discontinuos, y nuestra naturaleza es contingente y tecnológica. No creo poder ofrecer repuestas a las preguntas sobre nuestro modo de ser en el futuro, pero se me ocurre buscar maneras de entendernos y narrarnos el futuro a través de recursos que el arte nos ha dado. 

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