Consejos de onvre a onvre: Abandonando el "Perdóname, no fue mi intención, fue sin querer"
Un caballero no habla de política, de fútbol ni de religión en una fiesta, porque es de mal gusto generar enojo en otras personas, porque un caballero no desagrada a las personas, porque un buen hombre no genera incomodidad ni enoja a otros, no daña al menos que algo lo justifique. Porque, eso sí “en el amor y en la guerra todo se vale” y porque “de que lloren en mi casa a que lloren en la suya, que lloren en la suya”. Es decir, los hombres debemos ser violentos sólo en el contexto adecuado, podemos hacer enojar y desatinar a un oponente cuando la pelea es por una causa justa, pero no se vale hacerlo sin justificación y mucho menos, hacerlo sin querer, porque los hombres somos, racionales y nuestra intención no sólo debe ser clara, sino además, impuesta.
Según el manual que recibimos los hombres al llegar al mundo siendo hombres, no es de caballeros, o es indecoroso, deshonroso, incorrecto, hacerle daño a una mujer, en ese manual está grabada la oración "a una mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa". Sabemos que esa es también una de las más grandes mentiras del manual, porque también tenemos ahí mismo escrito cosas como "nunca recibiré un 'no' como respuesta". Pero bueno, ese manual incluye la nota de varias formas, no está bien hacer enojar a una mujer, hacerle daño, herirla. No está bien hacerlo intencionalmente. Intencionalmente, no dice nada de esté prohibido hacerlo "sin querer". Ese es el verdadero problema de esa instrucción del manual.
Y es difícil aceptarlo porque a los hombres nos incomoda saber que hemos hecho daño a una mujer, no es de caballeros, no es de un buen hombre, honorable hacerle daño a una mujer, y sin embargo lo hacemos, sobre todo lo hacemos sin querer. Y eso nos incomoda, nos resulta desagradable hacer daño sin que lo notemos; por lo tanto, ¿cómo puedo aceptar que estoy haciendo enojar a alguien si mi intención en realidad es buena? Creo que existe un dicho que dice, "el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones".
Y hay razones por las que esa reacción de enojo es completamente natural, porque puedo entender que si alguien hace algo que me enoja, esa reacción sea natural en mí, pero lo complicado es cuando se enojan conmigo por algo que no hice con la intención, porque no soy un monstruo machista y cruel que quiera ir produciendo bilis a mi paso, ¿verdad? Sin embargo, es importante aclararlo: ellas no exageran, en realidad no hay mujer que no haya sido violentada por algún hombre alguna vez, y no me creas a mí, pregúntale a alguna mujer que pueda sentir la confianza de hablarte, por ejemplo, sobre el acoso callejero, sobre qué edad tenía la primera vez que le sucedió, los testimonios son escalofriantes.
Y es difícil muchas veces entender porqué hay algunos enojos por cosas que no parecen graves, pero parte del problema es que todos, e incluso todas, hemos crecido en un mundo sexista. Y con “sexista” me refiero, por ejemplo, a cosas como la enorme desigualdad en la distribución de tareas de tareas domésticas: las mujeres crían niños, cocinan, lavan, hacen presupuestos, planchan, atienden mascotas, recuerdan fechas importantes, recuerdan las fechas de los pagos, reparan la ropa, son anfitrionas, cuidan enfermos, nos aconsejan, etcétera.
Y hacen esto todo el día todos los días de su vida (muchas veces también planean las vacaciones y resuelven las necesidades de la familia o la pareja en su tiempo "libre") y todo esto lo hacen sin remuneración alguna; además muchas veces tienen también un empleo remunerado de tiempo completo; mientras tanto los hombres nos limitamos a trabajar sólo en un espacio concreto, con un horario específico, (a veces, con días establecidos de descanso y, ocasionalmente, hasta con vacaciones pagadas) y al llegar a casa asumimos que esas tareas domésticas diarias son responsabilidad de ellas, pero que nosotros podríamos, generosamente, ayudarlas un poco.
Y no se trata de echar culpas, la culpa es muy poco útil para lo que me gustaría proponer ahora. Lo interesante sería no asignarle culpa a alguien, sino empezar a considerar cómo responder por esas cosas que hacemos sin querer. Pensemos, por ejemplo en la frase, "no te enojes, no fue mi intención" cuando hacemos algo que puede ser ocasionado por una forma de violencia evidente, como una mirada lasciva que fue detectada por una mujer, o también algo como una violencia más sutil, como un comentario "inocente", algo así como un “hay qué exagerada, no es para tanto, eso no tiene porque hacerte enojar”. Pero hagamos el esfuerzo de ponernos en su lugar por un momento.
¿Acaso nos enojamos menos cuando un conductor nos da un cerrón en el coche porque no espejeó y no nos vio? Eso suele enojarnos más, ¿verdad? ¡Cómo es posible que no se fije! Ni sabe manejar. Y esa es la cuestión, parece que los hombres no sabemos relacionarnos, porque nos la pasamos diciendo eso: "Ay, perdón, no fue mi intención hacerte enojar". Y además no toleramos que estén enojadas las mujeres con nosotros. Y entonces aparecen los intentos de desaparecer ese enojo y decimos, "ay ya, perdóname, te juro que no fue mi intención, voy a cambiar". Porque eso es lo que hace un hombre, un caballero, soluciona el problema; lo retorcido es que creemos que el problema es el enojo de la mujer, pero no lo que generó ese enojo: mi actitud o mi comentario.
Por eso nos estorba la culpa, porque nos despierta las ganas de "apagar" ese enojo, pero la solución no está en reprimir esa emoción, además de que en realidad no puedo controlar las emociones de otra persona. Pero sí soy responsable de mis actos y sus consecuencias. ¿Pero qué pasa cuando cuando las consecuencias de mis actos no coinciden con mis intenciones? ¿No me hace eso menos responsable? Yo creo somos responsables hasta de lo que no es nuestra intención, volviendo al ejemplo del conductor que choca contra otro por negligencia, ¿la distracción significa menor responsabilidad? ¿Es menos responsable un hombre que asesinó a su pareja "sin querer"? Parece absurdo matar a alguien "sin querer", pero, ¿cuántas veces no hemos dicho el "perdóname, se me pasó la mano"?; esta terrible frase se extiende desde el "no era mi intención hacerte daño" o "hacerte enojar", hasta el "no era mi intención matarla". Y no, no es exagerado, los hombres lo hacemos con mucha más frecuencia de la que creemos, especialmente aquí, en México. Y no me creas a mí, busca por ti mismo las cifras de feminicidio en el país.
En fin, por eso estorba la culpa, porque la culpa nos motiva a desaparecer el enojo, en vez de a buscar una solución a su origen responsablemente. Es decir, la culpa hace que nos sintamos mal por el enojo de las mujeres, porque no fue intencional; mientras que la responsabilidad nos permite, así redundantemente, responder ante lo que hacemos, aún si fue sin querer. Pero ¿cómo me hago responsable de lo que no hice con intención? Un primer paso, en mi experiencia, es indagar en dónde se separaró mi intención de la consencuencia que tuvo mi acto, ¿cómo?, preguntando: ¿qué te hizo enojar de lo que hice?, ¿por qué fue tan molesto?
Y aquí viene lo más complicado, lo más incómodo. Porque el manual del hombre, del caballero, dice cómo ser agradable y quedar bien, pero no nos dice cómo ser un violento o un abusivo responsable. Y ese es el punto, la idea es renunciar a ser "un buen abusivo", no hay manera de ser abusador y ser bueno simultáneamente, pero sí podemos aprender a detectar esos actos abusivos y cuidarnos de repetirlos. Y es muy duro, pero nos toca aceptar también que no dejaremos de hacerlo de una vez y para siempre, porque no se va acabar nuestra violencia con la pura intención. Y para eso podemos crear esos espacios para las conversaciones incómodas, momentos para que podamos escuchar y aceptar que no somos perfectos caballeros, podemos determinar momentos para aceptar que no podemos cubrir el ideal y que la presión de nunca equivocarnos podamos soltarla.
Los espacios para esas conversaciones deben incluir un área para el enojo, para que nos digan las mujeres, con el enojo que sienten, lo que hicimos. Podemos establecer acuerdos para que esas manifestaciones del enojo puedan ser expresadas dentro del ambiente establecido para que la violencia no genere más daño del que debe. Como en un ring de box, cuando una persona acepta el sparring, consiente a un ejercicio de un cierto grado de violencia sobre sí misma. De manera similar podemos decir algo así como "dime lo que sientes, te escucharé, te dejaré hablar de lo que sientes y de porqué lo sientes para entenderte, hasta que termines, voy a intervenir, no para justificarme, sino para establecer acuerdos según los cuáles yo pueda evitar hacer lo que hice".
Para esto no hay recetas concretas, no hay modos seguros, no hay métodos específicos a seguir. Nos equivocamos y nos seguiremos equivocando. Pero es importante que podamos abrir esos espacios para desarrollar la habilidad de responder ante los enojos que generamos, ante las violencias de las que no somos conscientes. Sí, es incómodo hacer daño sin querer, pero es mucho más incómodo estar siendo agredida constantemente y que nadie haga nada para evitarlo. La incomodidad que sentimos los hombres cuando nos señalan que ejercimos violencia machista es mucho menor comparado con el miedo de salir de casa sin saber si vas a regresar viva. Tomando eso en cuenta, abramos esos espacios para que ellas nos digan cómo estamos violentando, no para sentirnos culpables, sino para poder responder, no necesariamente responder “bien”, pero sí al menos entendiendo porqué es desagrdable lo que hacemos y así comprender qué acciones y actitudes podemos abandonar intencionalmente en vez de seguir defendiendonos repitiendo el “fue sin querer”.
Comentarios
Publicar un comentario