Consejos de onvre a onvre: Cómo no ser feo, fuerte y formal. Parte 1

Las tres efes

Cada vez es menos común encontrar la expresión, pero durante mi niñez escuchaba con frecuencia eso de "un hombre debe ser feo, fuerte y formal", o cosas como "sí es un buen tipo, feo, fuerte y formal". Siempre me pregunté si había una razón para elegir tres adjetivos que iniciaran con "f" y también cuál era el origen de la expresión. A pesar de que ignoro el origen y las razones de la elección de la triada de "efes", me quedó bien claro siempre el sentido de esas cualidades. Feo, porque cuidar mucho la apariencia es sinónimo de ser afeminado. Fuerte, no sólo físicamente, sino también porque si no aguantas, no eres tan hombre. Y formal porque hay que tener palabra, ser valiente y serio con las cosas importantes.

Y no hay nada de malo en ser feo, fuerte y formal, pero sí hay violencia,  sufrimiento y frustración que resultan de compararnos con un modelo de fealdad, debilidad e informalidad que produce competencia entre hombres, juicios invalidantes y desigualdades entre cuerpos masculinos distintos y también con las mujeres. ¿Por qué no empezar a relacionarnos de otras maneras con nosotros mismos, con otros hombres y con las mujeres también, ahí donde ese modelo de masculinidad fea, fuerte y formal genera violencia o dolor? 

Feos

¿Por qué cuidar nuestra apariencia debería hacernos afeminados? ¿Por qué tener una piel suave es considerado algo indeseable en un hombre? Bueno, para empezar, ¿sí alcanzamos a ver que violentamos a los hombres "afeminados", qué hay de malo en ser afeminado?, porque estamos valorando por sí mismo como algo desagradable ser mujer, y por eso no queremos parecernos a ellas. Así se simple, violentar a un hombre por afeminado es violentar lo femenino, es asumir que lo femenino es malo, insuficiente, desagradable, bonito, sí, pero no queremos estar en ese lugar. Si lo femenino es indeseable, si jugar un rol femenino es desagradable, asumimos que ser mujer es desagradable, que debemos ser tan diferente de esa posición, de esa realidad, como sea posible.

Esto se está poniendo serio y no era exactamente el punto, pero está conectado, así que una manera de darnos cuenta de lo machitos que podemos ser es esa: le huimos a hacer cosas convencionalmente etiquetadas como femeninas porque lo femenino (y por extensión ser mujer) nos parece algo indeseable para nosotros mismos. Pero, ¿por qué privarnos de la oportunidad de cuidar de nuestra piel de nuestro aliento, de nuestra salud bucal, de nuestra apariencia, de nuestra ropa, de nuestra forma de caminar, de nuestro aroma? ¿Qué es tan malo o tan peligroso? En lo íntimo y privado seguramente podemos tener algún cuidado, pero seguramente ante otros hombres no admitiríamos ciertas formas de atención a nosotros mismos; y esto varía de un círculo social a otro, de un ambiente a otro: no es lo mismo aceptar con un amigo íntimo que nos gusta vestir cierta ropa porque nos queda bien, que utilizar alguna crema corporal perfumada luego de un baño en las duchas del gimnasio.

foto @lukesouthern

 Entonces, ser feos significa ser un hombre convencional, que no se preocupa por las triviales de ser bonito, de verse bien, de fijarse en cosas superficiales. Es trabajo de las mujeres, del ser más bello de la creación, cuidarse para verse bonitas, nosotros no, nosotros estamos para trabajar y... Ah, caray, ¿qué pasó ahí? ¿Por qué tienen que ponerse guapas las mujeres si son el ser más bello de la creación? ¿Será eso una contradicción? Pues mirándolo con cuidado parece ser que sí. Aceptemos o no que las mujeres son bellas o deben esforzarse para serlo, estamos asumiendo que su valor o que su función en esta vida es la de ser bellas para que nosotros las veamos y obvio las queremos ver bonitas, ¿para qué querríamos ver mujeres feas? ¿Pero por qué tendríamos que verlas, porqué no escucharlas, leerlas, aprender de ellas? ¿Por qué parece que su función es que estén disponibles para nosotros? 

El hecho de que asumamos que las mujeres están para que las veamos y nosotros, los hombres, para luchar, para trabajar, para proteger, para mantener, para enriquecer, es una creencia violenta para ellas y para nosotros (aunque obviamente ellas se reciben las peores consecuencias de esta creencia). Y esa violencia se manifiesta contra ellas como acoso: creemos que podemos estar opinando en cualquier contexto lo que pensamos de sus cuerpos, de su ropa, de si son "provocativas" o de si son "santurronas". Lo cual no es así, obviamente en algunos casos puede ser pertinente hacer un comentario sobre la apariencia de una mujer, por ejemplo, cuando nos lo piden; pero el resto del tiempo podría ser que sólo quieran ir al súper en paz, o realizar una tarea en el trabajo. 

Por otro lado, la violencia que ejercemos contra nosotros es menos evidente, nos descuidamos, el ser feo significa que no importa qué ropa use, qué características tenga mi piel, si me duele una muela, lo importante es que trabaje, que pruebe que soy exitoso y que el dolor no es un impedimento.

Así, al descuidarnos y dejar de asumir los cuidados que requerimos para vivir sanamente, el ser "feo" termina por mermar nuestra salud. Y además nos jodemos la vida entre hombres diciéndoles "afeminados" a los que cuidan su apariencia, "chillones" a quienes hablan de sus malestares físicos o emocionales y también discriminamos a quienes consideramos "incapaces" por no trabajar tan duro como nosotros que no nos detenemos aunque estemos enfermos. Y en el proceso de ejercer violencia también terminamos por molestar, discriminar o acosar a muchas mujeres. Ahora habrá que ver qué podemos ser si dejamos de ser "feos", para enfocarnos en ser "bonitos" o, mejor aún, en cuidarnos.

Las trampas de ser bonito o cuidadoso

Ya casi escucho que no todos deberíamos ser "metrosexuales" y que no tenemos porqué hacernos todos afeminados y estar a la moda, y bla bla bla. Pero es que no se trata de eso. Al contrario, hay que poner menos atención en lo que vestimos. ¿Pero qué no se trataba de renunciar a ser "feos"? Claro, pero eso no significa que tengamos que abrazar los modelos que, literalmente, nos vende el sistema y que, con o sin la intención, compramos. Por eso dejo a continuación dos consejos para no caer en las trampas que el sistema económico y machista nos tiende a los hombres para que, en vez de cuidarnos, consumamos o no logremos hacernos responsables de nosotros mismos.

Evitemos la alienación sexista y clasista. Es decir, cuidémonos sí, permitámonos usar la ropa que nos nace sin preocuparnos por el qué dirán. Pero aquí hay un algo más importante aún, no seamos nosotros quienes emitan el "qué dirán": dejemos de ser el motivo por el que otros hombres teman vestirse como quieren, porque en realidad qué nos importa si otro hombre usa camisas rosas, si usa ropa cara, si se aplica crema corporal perfumada. Una breve guía para saber si debo emitir mi juicio sobre la ropa o la crema de alguien más es, ¿me está vistiendo a mí? ¿No? Entonces no le digo nada. ¿Me está untando la crema a mí luego de bañarme? ¿No? No me importa qué se unta o deja de untarse. Así de fácil.

Y muy importante, dejemos de competir entre nosotros por ver quién tiene mejor estilo, que si el reloj va en cuál mano, que si es de cuál marca, que si esos zapatos y esa corbata, que si esa marca de ropa, o de coche o de celular. Cada quién hace lo que quiere con lo que tiene y no es asunto nuestro más que de las marcas hacernos sentir mal por no acumular y tirar a la basura todo lo que producen. Ya nos joden bastante la competencia descarnada y agresiva del mercado como para que entre nosotros nos jodamos la vida aún más.

foto @pedramnormohamadi

Y al cambiar la negligencia del ser "feos" por el cuidado, tampoco nos victimicemos. Existe un fenómeno interesante llamado "man-flu" que es controversial porque puede ser interpretado como una forma violenta de señalar la condición vulnerable de los hombres al quejarse por estar enfermos de gripe, pero también es cierto que puede señalar una actitud sexista que tenemos cuando nos quejamos por estar enfermos aunque estemos recibiendo cuidados atentos, y además esto lo hacemos en vez de hacer algo nosotros mismos para sentirnos mejor; sobre el tema está este artículo. Cuidado, no sostengo que sea malo comunicar dolor o aceptar la vulnerabilidad, pero eso a victimizarnos el límite es a veces es borroso, es decir, está bien el "siento dolor", pero hay una gran diferencia entre eso y el "ay, por qué a mí, todo me sucede, yo que soy tan bueno, no merezco esto; vengan a escuchar mis quejas mientras se encargan de mí y yo no intento cuidarme, lo merezco, lo exijo". Estoy exagerando y caricaturizando, sin embargo, acepto que he pensado y dicho cosas parecidas y he permitido que otras personas me cuiden, mujeres en realidad: mi madre, mi hermana, ex-parejas e incluso amigas.

En este contexto, se trata de dejar de ser negligentes y asumir la responsabilidad de nuestro propio cuidado. Es decir, renunciar a que las mujeres se encarguen de cuidarnos. Dejar de pensar en "ya quiero llegar a casa para que me sirvan una sopita y me cuiden porque tengo fiebre", para pasar al "voy a hacerme una sopita, iré al médico y pondré una película para reconfortarme". Esto por el lado de asumir el cuidado activamente, pero también dejar de ser negligentes. Por ejemplo, yo descuidé mi salud dental por años, sí, años. Y no fui hasta que una mujer, con quien tenía un vínculo sexo-afectivo, me recomendó que lo hiciera, lo hice y me salió caro el chistesito, pudo ser más barato si hubiera cuidado más mi salud bucal durante los años en que no fui. 

Evitemos, entonces, violentar a otros hombres y a nosotros mismos por no cumplir con las demandas absurdas del consumismo, dejemos atrás la negligencia con nuestro bienestar y nuestra salud, asumamos el cuidado de nosotros mismos.

La alternativa a ser feos

Claro, ya tenemos una buena lista de cosas que no deberíamos hacer. Pero entonces, ¿qué hacemos? Primero, asumir el cuidado propio, ya dijimos que sin caer en las trampas de seguir los modelos que nos impone el sistema, pero entonces, ¿cuál modelo sigo? Y aquí está lo divertido, existen algunos modelos de masculinidad que pueden ser menos violentos en términos de clasismo, por ejemplo, o en forma de personajes que se preocupan por sí mismos. Lo mejor de esto es que no necesitamos seguir un modelo, podemos construirlo nosotros mismos. Podemos buscar historias en novelas, en cuentos, en películas no tan conocidas, podemos hablar con otros hombres sobre lo que les gustaría que dejaran de esperar de ellos y ofrecerles la oportunidad de ser reconocidos por otras cosas y, a cambio, que nos reconozcan por cosas distintas a las "conquistas" sexuales, al tamaño de nuestro pene o al precio de la ropa que llevamos.

Otro punto que señalamos en negativo es el de dejar de decir nuestra opinión si no la piden. Parece que es una cosa pasiva el callar los juicios, pero en realidad trae consigo un conjunto de cosas que la acompañan: al dejar de emitir juicios sobre la apariencia y el cuerpo de otros hombres, dejo de reproducir una forma de violencia que ejerzo contra mí, si me pienso desde otro modelo de masculinidad que tiene permitido cuidarse, podré dejar de juzgar a los hombres que se cuidan porque entiendo que buscan lo mismo que yo. Si dejo de juzgarlos por su ingreso, posiblemente me juzguen por algo distinto al precio de mis accesorios, quizá me identifiquen como el buena onda y no como el mamón de dinero. Del mismo modo, al callar los juicios sobre el cuerpo y la apariencia de las mujeres, podremos empezar a observar otras características, como intereses comunes, habilidades profesionales, capacidades interpersonales, el sentido del humor, entre otras.

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Cuidarnos implica tratarnos cuidadosamente, atentamente, escuchándonos. Pensemos en cómo tratamos a alguien a quien queremos, por ejemplo, una mascota; ¿qué cosas le diríamos a nuestro perro o gato? ¿Cómo le manifestamos afecto? Le damos comida agua, lo bañamos, le damos un espacio para dormir, mantenemos limpia su área de descanso, le damos tiempo de esparcimiento, le hacemos mimos, le sonreímos, así con nosotros mismos. Cuidemos nuestro espacio de vida, encarguémonos de nuestros alimentos, de nuestra limpieza, de nuestra salud, de nuestros ánimos, digámonos lo que nos gusta decirle a nuestros amigos, tratémonos amorosamente, como nos gusta tratar quienes queremos.

Tratémonos con cuidado, con delicadeza. Y recordemos que cuidar de nosotros no es sólo por fuera, es mantener una relación con nosotros, conocernos, hablarnos, decirnos cosas amables al ser autocríticos, como si estuviéramos evaluando a un alumno, a un compañero, a un empleado o miembro de un equipo en quien tenemos fe y creemos que puede aprender y mejorar. En este sentido en este blog hay una entrada sobre cómo nombrar las emociones y ponerles apellido, que es una manera de mejorar nuestro autoconocimiento. También cuidarnos emocionalmente puede significar ir a terapia, que es una forma de aprender a conocernos, relacionarnos con nosotros mismos y gestionar nuestras emociones, nuestro tiempo, nuestros recuerdos de una manera más sana.

En breve resumen, en vez de ser "feos", seamos cuidadosos, con nosotros mismos, con otros hombres y con las mujeres con quienes convivimos.

Comentarios

  1. Muy importante y conveniente partir de un manejo distinto del lenguaje, si aprendemos a nombrar de otras formas nuestras emociones sin prejuicios y estándares que alientan violencia podremos identificarnos de otras formas y conocernos mejor. Creo que en la medida que nos reconozcamos de otro modo podremos adquirir la facultad de construirnos una imagen auténtica y estimable de nosotros mismos, una más libre y autónoma, una imagen que orgullosamente sea reflejo de un que nos cuidamos de una forma que nos sea genuinamente correcta.

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